sábado, 15 de enero de 2011

EL LABORATORIO INTERIOR II


Uno de los primeros trabajos a realizar en el laboratorio es la purificación de los metales símbolos de los elementos primarios del ser: cuerpo, alma y espíritu.
El elemento cuerpo es el más olvidado al iniciar el trabajo interior herencia del exoterismo cristiano en el cual «la carne» representa un elemento próximo a lo demoniaco. Desgraciadamente René Guénon a pesar de haber esbozado anotaciones sobre la dimensión física del hombre y anunciar futuros estudios al respecto nunca llego a materializarlos. Las doctrinas orientales nos ofrecen en cambio un sinnúmero de técnicas difícilmente asimilables al hombre occidental europeo pero que en todo caso nos pueden servir de referentes para formarnos una perspectiva.
Lo físico en todo caso representa un elemento caracterizado por su «inocencia», a merced de las tribulaciones de la psique así como de su propia dimensión física. A su vez interactúa con la psique condicionándola y uniendo al hombre a lo efímero. No hace falta resaltar la hipertrofia de lo físico con su culto al cuerpo del momento actual contrapartida de la demonización cristiana.

Básicamente se conoce muy poco de las relaciones del cuerpo con los otros elementos psíquicos y trascendentales del hombre como puede verse en la interpretación de las enfermedades. Aunque el estudio de las causas psico-somáticas de la enfermedad está aceptada por la ciencia oficial no deja de mostrar los resultados insuficientes en sus estudios. Las doctrinas tradicionales hablan de enfermedades relacionadas con el avance en el camino interior. Serían como «enfermedades iniciáticas» cuyo origen estaría en el cambio de estatus ontológico del iniciado al romper ciertos lazos de unión con lo físico. Incluso se podría decir que en la vía iniciática sería muy difícil mantener una salud perfecta. Esto choca a primera vista con la perspectiva contraria en la cual a una evolución interior corresponde una armonización con lo exterior. Pero aquí aplicaríamos las leyes de analogía inversa pero sin caer en la perspectiva demonizante de lo físico.
Al iniciar el «opus nigrum» se va a percibir como cambian las relaciones cuerpo-alma en todo su extensión y es entonces cuando nos podemos ver realmente como un «laboratorio con patas». Todo el proceso químico que se produce en la digestión tiene su analogía en un plano ontológico superior. Este proceso tiene sus momentos críticos inseparables de cada individualidad. Es la singularización de la vía iniciática ya que todo lo manifestado se singulariza y se individualiza.